Por fin llegó la hora de que recogieran a los niños. Lira no se podía creer que hubiera gente tan mala pero ni eso iba a arruinar su día. Ese día su padre le iba a enseñar a jugar al fútbol.
Desde pequeña ella había jugado pero su padre nunca le había enseñado. Ella se sabía todas las reglas del fútbol y había visto casí todos los partidos en las Ligas Profesionales de su padre. Por fin, él le iba a enseñar.
-Chicos, vuestros padres y vuestras madres ya han llegado. -dijo la cuidadora.
-¡¡Sí!!
Lira fue corriendo hacia donde estaban los padres. No vio a su madre.
-Cariño, ¿me estás buscando?-dijo su padre.
-¡Papi!-dijo Lira.
Era la mejor sorpresa que hubiera podido tener. Su padre había podido venir. Su padre había ido hasta ahí; por ella. Lira vio como todas las personas que sabían quien era ella intentaban reconocer a su padre. Por suerte nadie lo logró.
-Hola princesa. ¿Cómo estás?-le preguntó su padre
-Bien.
-¿Te ha gustado el lugar?
-Mmm… El lugar sí, pero no la gente.-respondio ella
Su padre sonrió. Sabía que algo así iba a pasar.
-Bueno, si haces un esfuerzo te voy a dar un regalo que te va gustar.
-¿Sí?-preguntó ella.
-Si.
-Bueno, lo haré.
-Esa es mi chica. Pero, ¿quién es quien no te gusta?
-Ese chico.-dijo Lira señalando a Pingui.
Cuando se volteo a ver quien era vío a un hombre que también se volteo. Pingui, a su vez, estaba señalando a Lira.
-¿Eres tú?-dijo Kido, el padre de Lira.
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-¿Y? -preguntó Max.
-Y si no te vas ahora vas a llegar tarde.
-¿Qué? (algo se me olvida) ¿Quién es Tom? (eso es) ¿cómo voy a saber quien es?
-Es el chico que va a llegar entre diez y quince después de que llegues y se va a acercar a ti.
-Bueno.
-Adios.
-Adios.
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